Residencia Terapéutica Esperanza de Vivir
|
Las Drogas y sus Efectos |
OPIÁCEOS |
Los derivados del opio, tanto naturales como
semisintéticos, crean gran dependencia tanto física como psíquica y producen
la desaparición de todas las necesidades primarias. Los preparados sintéticos
poseen propiedades muy parecidas, tanto en lo que respecta a sus efectos
inmediatos, como en cuanto a sus consecuencias psico-físicas.
La morfina
es uno de los derivados semisintéticos de los alcaloides opiáceos naturales.
Al igual que otras drogas con estructura química distinta, producen analgesia,
depresión respiratoria y dependencia síquica. Clínicamente se sabe que la morfina
y otros opiáceos actúan sobre los sistemas responsables de las respuestas afectivas
y los estímulos dolorosos, produciendo un incremento en la tolerancia al dolor
mientras duran sus efectos.
Las causas de la adicción a los opiáceos
se explica por los fenómenos de la tolerancia, dependencia y síndrome de abstinencia.
La tolerancia metabólica consiste en una transformación en el hígado, lugar
donde se metabolizan las drogas. Si la exposición al tóxico es continua, los
efectos del mismo son menos duraderos al haberse acelerado su eliminación. Este
fenómeno se da también con otras sustancias, como la aspirina o la penicilina,
siendo de mayor gravedad en los opiáceos. El tipo más destacado de tolerancia
es la celular, de forma tal que quienes la poseen apenas sienten el efecto de
la sustancia, a pesar de tener cantidades en el organismo (esas mismas concentraciones
en la sangre de un sujeto no adicto resultarían fatales). Tras el efecto de
la tolerancia sucumbe la dependencia física que implica la situación de hiperexcitabilidad,
depresión y super e hipersensibilidad al dolor cuando se suprime el suministro,
entre otros síntomas. Finalmente deviene el síndrome de abstinencia o búsqueda
compulsiva de la droga. Estudios recientes indican que en el adicto sobrevienen
cambios fisiológicos que ponen en perpetua dependencia a los consumidores de
opiáceos, de forma similar al diabético que precisa insulina.
Sólo una parte de adictos contrae el hábito
por razones terapéuticas. El habito se produce por su uso indiscriminado y prolongado
en el tratamiento de afecciones que pueden atenderse de otra manera, siendo
las mujeres las más predispuestas. La mayoría ingresa en la intoxicación por
sugestión de otros adictos. En Oriente el modo común de hacerse adicto proviene
del hábito de fumar o ingerir opio, aunque esa forma está siendo reemplazada
la vía hipodérmica. En general, el adicto es una persona joven, con personalidad
inestable y de escasa voluntad, que encuentra una evasión en la droga. El uso
continuado agrava los factores negativos y sumerge al enfermo en abulia y ensoñación.
La tolerancia se desarrolla con rapidez. El plazo en que se adquiere dependencia
es corto, bastan dos semanas y a veces pocos días para producirla: por ello
su aplicación terapéutica se reduce a lapsos muy cortos. Los recién nacidos
hijos de toxicómanas que persistieron en la adicción durante el embarazo tienen
síntomas de abstinencia, presentando convulsiones por falta de droga, pudiendo
resultar en la muerte.
La intoxicación por sobredosis es habitual
en países con gran número de morfinómanos (Estados Unidos, Alemania, Inglaterra,
Italia, Holanda, España, Francia, Bélgica). Además, puede producirse por error
terapéutico o por intoxicación suicida, accidental o raramente criminal. La
dosis mortal en personas no acostumbradas es de 0,2 g para la morfina, la heroína
y el nalline; 0,5 g para la codeína; 0,30 g para el opio. Estas dosis pueden
ser 10 veces más elevadas en los adictos y 100 veces más bajas en los niños.
En algunos casos la intoxicación adopta una evolución sobreaguda, con coma profundo,
colapso cardiovascular, miosis y paro respiratorio. Habitualmente se presentan
náuseas, vómitos, sequedad corporal y calor facial. Sobreviene una somnolencia
progresiva, donde al principio hay respuesta a los estímulos, pero luego se
transforma en coma profundo. Durante éste, la respiración se deprime hasta hacerse
muy lenta: de dos a cuatro respiraciones por minuto; ello produce una cianosis
intensa. Los reflejos se atenúan hasta desaparecer. La piel se enfría por la
humedad y el sudor característico en ésta etapa. Las pupilas están mióticas.
Al comienzo la presión arterial se mantiene y el pulso es tenso, ya que la morfina
ejerce poco efecto sobre el centro vasomotor y el aparato circulatorio, pero
a medida que la hipoxia progresa, la presión desciende hasta el colapso y el
shock. La temperatura desciende y a veces aparecen erupciones cutáneas. La musculatura
suele estar flácida, pero en ocasiones pueden sobrevenir convulsiones. La muerte
se produce por colapso cardiorespiratorio, complicaciones pulmonares, o muerte
cerebral. Los síntomas agudos de intoxicación suelen presentarse dentro de los
15 minutos, aunque pueden retrasarse hasta 12 hs.
HEROINA |
Pasividad y reducción de impulsos agresivos
son consecuencias típicas del tóxico, pese a la acción euforizante que
también posee. Tomada por vía nasal o fumada, la heroína tiene efectos
similares a la morfina. Luego del efecto placentero de la droga sigue
un estado de malestar generalizado (que no debe confundirse con el síndrome
de abstinencia) que produce un descenso en picada con sentimientos de
profunda depresión, que derivan en necesidad de una nueva toma. Ello comporta
el riesgo de tomas sucesivas, que pueden llevar a la muerte por sobredosis,
algo que que, además, es habitual entre los consumidores de esta sustancia.
La dosis varía de 60 mg en personas sin tolerancia a 5 gr en quienes ya
la poseen. El consumo regular de la droga conduce a la frigidez y la falta
de potencia sexual. Además, provoca conductas homicidas y suicidas, así
como implicaciones en accidentes. El toxicómano entra en una fase degenerativa
en la que no puede realizar razonamientos complejos teniendo escasa o
nula capacidad de concentración.
© Copyright 2001